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domingo, 9 de diciembre de 2012

Lucas 14, 25 – 33 (7-noviembre-12)


Texto Bíblico:
25 Le seguía una gran multitud. Él se volvió y les dijo:
26 –Si alguien viene a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su mujer y sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mis discípulo. 27Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo.
28 Si uno de ustedes pretende construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? 29 No suceda que, habiendo echado los cimientos y no pudiendo contemplarla, todos los que miran se pongan a burlarse de él 30  diciendo: éste empezó a construir y no puede concluir.
31 Si un rey va a enfrentarse en batalla contra otro, ¿no se sienta primero a deliberar si podrá resistir con diez mil al que viene a atacarlo con veinte mil?.
32 Si no puede, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación a pedir la paz.
33 Lo mismo cualquiera de ustedes; quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo.

COMENTARIO
El evangelio de hoy nos habla de las condiciones para ser discípulo de Jesús.
La primera condición es no escudarse en la familia, o que por la familia no  quiera participar en la comunidad. Eso es lo que quiere decir el Señor con la frase: “Si  no me ama más que a su padre…, no puede ser mi discípulo”. La situación social y económica de hoy  obliga a las familias a encerrarse en sí misma, el Señor nos pide que como familia nos abramos a la gran familia de la sociedad, para construir  una sociedad fraterna, solidaria y más justa.
La segunda condición es tomar nuestra cruz y seguirlo a Jerusalén. Tomar la cruz es morir a la vida antigua, es el yo crucificado, ese yo con nuestros egoísmos, rencores, orgullos, vanidades,  afanes de poderes, etc. Es el camino de nuestra negación.
Para ser discípulo del Señor  hay que sentarse a calcular, y aquí aparecen las parábolas de la torre y del rey que va a una batalla. Es necesario calcular para construir bien una sociedad más justa y fraterna, y no quedar con la obra interrumpida. Para ser buenos constructores debemos abandonar nuestras  seguridades o escudos protectores, como ser  “la familia” y los bienes materiales.
Marité

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