Texto Bíblico:
25 Le seguía
una gran multitud. Él se volvió y les dijo:
26 –Si alguien
viene a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su mujer y sus hijos, a
sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mis discípulo. 27Quien no carga con su cruz y me
sigue no puede ser mi discípulo.
28 Si uno de
ustedes pretende construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los
gastos, a ver si tiene para terminarla? 29 No suceda que, habiendo echado los
cimientos y no pudiendo contemplarla, todos los que miran se pongan a burlarse
de él 30 diciendo: éste empezó a construir y no
puede concluir.
31 Si un rey va
a enfrentarse en batalla contra otro, ¿no se sienta primero a deliberar si
podrá resistir con diez mil al que viene a atacarlo con veinte mil?.
32 Si no puede,
cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación a pedir la paz.
33 Lo mismo
cualquiera de ustedes; quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo.
COMENTARIO
El evangelio de hoy nos habla de las condiciones para ser
discípulo de Jesús.
La primera condición es no escudarse en la familia, o que
por la familia no quiera participar en la comunidad. Eso es lo que quiere
decir el Señor con la frase: “Si no me ama más que a su padre…, no puede
ser mi discípulo”. La situación social y económica de hoy obliga a las
familias a encerrarse en sí misma, el Señor nos pide que como familia nos
abramos a la gran familia de la sociedad, para construir una sociedad
fraterna, solidaria y más justa.
La segunda condición es tomar nuestra cruz y seguirlo a
Jerusalén. Tomar la cruz es morir a la vida antigua, es el yo crucificado, ese
yo con nuestros egoísmos, rencores, orgullos, vanidades, afanes de
poderes, etc. Es el camino de nuestra negación.
Para ser discípulo del Señor hay que sentarse a
calcular, y aquí aparecen las parábolas de la torre y del rey que va a una
batalla. Es necesario calcular para construir bien una sociedad más justa y
fraterna, y no quedar con la obra interrumpida. Para ser buenos constructores
debemos abandonar nuestras seguridades o escudos protectores, como
ser “la familia” y los bienes materiales.
Marité
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