Juan 15,12-17
12 Éste es mi
mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. 13 Nadie
tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos. 14 Ustedes
son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. 15 Ya no los llamo
sirvientes, porque el sirviente no sabe lo que hace su señor. A ustedes los he
llamado amigos porque les he dado a conocer todo lo que escuché a mi Padre. 16
No me eligieron ustedes a mí; yo los elegí a ustedes y los destiné para
que vayan y den fruto, un fruto que permanezca; así, lo que pidan al Padre en
mi nombre él se lo concederá. 17 Esto es lo que les mando, que se amen unos a otros.
Comentario:
El evangelio presenta las cualidades del amor
cristiano ejemplificadas por Jesús: amor que se mide en términos de sacrificio,
obediencia, autorevelación, manifestación, compromiso y fidelidad.
Una de las grandes problemáticas que sufre
actualmente la Iglesia es la ruptura entre vida y fe, en lo que decimos creer y
lo que en realidad hacemos. ¿Qué será lo que está fallando?
Para el evangelista Juan es importante la
práctica del amor fraterno dentro de la comunidad de discípulos, ya que es la
manera real de vivir plenamente la fe, por ello Jesús mismo se pone como
ejemplo de vida, él es el modelo de amor perfecto, este criterio de amor
desbordante, exige comprender de una manera distinta al ser humano y a la
naturaleza, pasando por entender la relación de amo-siervo a una relación íntima
de amigo-amigo en la que existe el conocimiento del otro.
¿Y si esto ya lo sabemos, qué está pasando?
¿Será que también existe un gran grado de desconfianza entre la comunidad
creyente?
¿Qué podemos hacer? Según mi punto de vista,
de acuerdo a todo lo que he tenido que leer para entender estos textos, es que
debemos empezar por “no” mirar cómo lo está haciendo el otro, sino cómo lo
estoy haciendo “yo”. ¿Me siento superior al resto? ¿Soy capaz de ser generoso
sin alardear por eso? Cumplimos eso que tanto se repite ¡Qué no sepa tu mano
derecha lo que hizo la izquierda!
Cuando tenemos un amigo(a) de verdad, le
contamos todo, confiamos plenamente en él o ella y sobre todo le creemos. ¿Por
qué lo hacemos? ¿Será que lo amo, que lo respeto? Y ¿eso tiene diferencia con
el amor cristiano? Acaso Jesús nos conocía a todos cuando entregó su vida por
nosotros, entonces es necesario hacer un ejercicio: Aprender a poner el rostro de Jesús en el otro, en especial si me cae
mal, y decirle que lo amo.
Empecemos a hacerlo en silencio, hasta que
tengamos el valor de decirlo en voz alta. “Hermanos que el Señor en su
misericordia nos envíe sabiduría para comprender lo que debemos hacer como
hijos de Dios.” AMÉN.
Orfa
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