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viernes, 11 de mayo de 2012

Juan 15,1-8 (9-mayo-12)


Texto Bíblico:
15 1 Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. 2 Él corta los sarmientos que en mí no da fruto; los que dan fruto los poda, para que den aún más.
3 Ustedes ya están limpios por la palabra que les he anunciado.
4 Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
5 Yo soy la vid, ustedes los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada.
6 Si uno no permanece en mí, lo tirarán afuera como el sarmiento y se secará: los toman, los echan al fuego y se queman.
7 Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pedirán lo que quieran y lo obtendrán.
8 Mi Padre será glorificado si dan fruto abundante y son mis discípulos.


Comentario:
La unión y comunión del creyente con Jesús es indispensable para poder dar fruto. ¿Cómo reconocer que somos parte de la vid del Señor? ¿Cómo vive el cristiano?
1° Cuando nacimos, nos dicen que nuestra vida es obra de Dios.
2° El punto de partida para comprender la novedad de vida del cristiano es la experiencia bautismal. Este es el signo más evidente que la vida verdadera comienza desde Dios nuevamente.
Bautismo, en lo cual se revela ya con claridad que la renovación de la vida humana depende de un gesto de Dios que precede a toda decisión del hombre. Es un gesto que se ha verificado en Cristo, pero que ahora llega a través de la mediación de una comunidad creyente y predicadora ya existente, querida y puesta en la existencia por Dios. Hay, pues un doble signo claro de procedencia: Dios y la Iglesia están ante el individuo como algo que se ofrece para él y que no comienza por él. Ya en esto aparece el don de Dios.
La predicación anuncia que el hombre y mujer pecadores, están totalmente perdidos si no acogen este don.
En el bautismo comienza una vida que es continuamente construida por Dios mismo, el cual envía a nuestros corazones al “Espíritu de su Hijo” que nos asimila a su imagen. El Padre intenta verdaderamente extendernos, la misma actitud de acogida benévola que ha demostrado a su hijo, mostrándonos el camino de la vida justamente dentro del camino humano y que Jesús nos ha mostrado a través de sus enseñanzas como se debe vivir y nos muestra también cómo la historia del pecado ha convertido esta vida en camino de muerte.
Este descubrimiento de lo esencial que funda de nuevo nuestra vida en Dios revela que nosotros somos en nuestras aspiraciones humanas “carne”; es decir, egoísmo, ignorancia, equívoco; y, si no lo cambiamos, tenemos posibilidad de muerte solamente.
Hijo es, en primer lugar, el que recibe de un padre vida, educación, bienes para vivir y posición en la sociedad. Pero es también el que está siempre con su padre, lo escucha, lo obedece y es fiel ejecutor de sus planes. Nosotros los cristianos, los discípulos de Jesús, no podemos dar frutos sanos y agradables si no estamos unidos a Él.
Orfa

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