Texto Bíblico:
10 1 Les aseguro: el que no entra por la puerta al
corral de las ovejas, sino saltando por
otra parte, es un ladrón y asaltante. 2 El que entra por la puerta
es el pastor del rebaño. 3 El cuidador le abre, las ovejas oyen su
voz, él llama a las suyas por su nombre y las saca. 4 Cuando ha
sacado a todas las suyas, camina delante de ellas y ellas le siguen; porque
reconocen su voz. 5 A un extraño no le siguen, sino que escapan de
él, porque no reconocen la voz de los extraños.
6 Esta es la parábola
que Jesús les propuso, pero ellos no entendieron a qué se refería. 7 Entonces,
les habló otra vez: -Les aseguro que yo soy la puerta del rebaño. 8 Todos
los que vinieron [antes de mí] eran ladrones y asaltantes; pero las ovejas no
los escucharon. 9 Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará;
podrá entrar y salir y encontrar pastos. 10 El ladrón no viene más
que a robar, matar y destrozar. Yo vine para que tengan vida, y la tengan en
abundancia.
Comentario:
La parábola
habla sobre las ovejas y de la estrecha relación entre ellas y su pastor. El
pastor llega hasta ellas por el camino normal, es decir, pasando por la puerta.
Conoce a todas y las llama por su nombre. Ellas, por su parte, conocen su voz y
le prestan atención. Cuando él las llama, ellas van hasta él. Él las precede y
ellas le siguen. Especialmente importante es la voz. Es la contraseña del
pastor y sirve de enlace entre él y sus ovejas. Por medio de la voz el pastor
se comunica con las ovejas y por ella es como las ovejas conocen a su pastor y
pueden fiarse de él. También otros quieren ocuparse de las ovejas de este pastor,
pero lo que sucede con ellos es algo totalmente diverso. Caracterizados como
ladrones y bandidos (10,1.8.10), es ya sospechoso que no vayan por el camino
normal. Su voz, además, no es conocida por las ovejas, razón por la que recelan
de ellos.
El pastor
conoce a sus ovejas y las ovejas reconocen la voz del pastor, no la de los que
vinieron antes. Cristo nos conoce. Conoce nuestra naturaleza frágil de seres
pecadores que Él quiso compartir hasta la tentación. Conoce los sufrimientos de
nuestra vida de trabajo, esfuerzo, lucha contra la pobreza, la discriminación y
la injusticia del mundo. Él también padeció los males de los gobiernos
tiránicos y las consecuencias de la desigualdad de oportunidades. En fin, él
fue un ser humano como cualquiera de nosotros. Pero nos conoce además con el
conocimiento divino del amor creador y misericordioso del Padre pues, Él conoce
al Padre y el Padre lo conoce a Él.
El mensaje de
la lectura es de universalismo. Dios no rechaza a nadie, a todos ofrece su amor
en Jesucristo. ¿Quiénes somos nosotros para oponernos a Dios? Por eso en
nuestra comunidad debemos acoger a quien quiera incorporarse a ella, sin hacer
diferencias de raza o nacionalidad; de sexo, cultura, lengua o estatus social;
de oficio o dignidad alguna. Para Dios todos somos iguales: sus hijos e hijas
muy amados.
Anita
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